Columna de Opinión:
¿Royalty portuario? No así.
Por Juan Carlos Galdámez. LLM (Wales, UK Maritime Law). Director-Secretario, Liga Marítima de Chile
Este lunes se vota en el Congreso un proyecto que pretende establecer un cobro por cada tonelada de carga que pase por los puertos chilenos. Suena justo, ¿no? Más carga, más plata. Pero ojo: detrás de esa fórmula simple hay un error profundo que puede costarnos caro como país.
¿Qué se está proponiendo? Cobrar entre 1 y 2 dólares por tonelada transferida en los terminales portuarios. La idea es buena en espíritu: que las ciudades que alojan los puertos reciban parte del valor que ahí se genera. Pero el mecanismo está mal diseñado, y lo que puede parecer una solución para las comunas costeras, en realidad es una amenaza para toda la cadena logística y exportadora del país.
El problema no es cobrar. Es cómo se cobra.
No toda carga genera el mismo impacto. No es lo mismo una tonelada que llega en tren a una terminal moderna en la noche, que una tonelada que entra en camión a las 8 AM atochando el centro de la ciudad, emitiendo ruido, gases y deteriorando calles. Pero este proyecto cobra igual a ambas. Y eso es un error.
Tampoco distingue entre tipos de carga. El transbordo (carga que entra y sale sin tocar la ciudad) es hipersensible a los costos. Un mal cobro puede hacer que los barcos se vayan a otros puertos fuera de Chile. Así de simple.
¿Quién termina pagando?
No el puerto. No el Estado. Terminan pagando los exportadores: los agricultores, los forestales, los acuicultores. Es decir, el campo, la PyME, el que genera empleo fuera de Santiago. Y como la cadena es larga, también termina pagando el consumidor. Y lo peor: la ciudad puerto, que supuestamente iba a beneficiarse, podría perder actividad si el puerto se vuelve menos competitivo.
¿Cuál sería una fórmula más justa e inteligente?
No es difícil. Solo se necesita voluntad política y algo de sensatez técnica:
1. Cobrar según impacto real, no solo por tonelada. El que congestiona, contamina o usa infraestructura urbana, paga más. El que opera limpio y ordenado, paga menos.
2. Bonificar buenas prácticas. Si una empresa usa tren, camiones eléctricos, opera en horarios no punta o coordina bien su logística, debería pagar menos.
3. Fondo con destino claro. La plata que se recaude debe ir directo a las ciudades puerto, con rendición de cuentas y proyectos visibles: pasos desnivelados, ciclovías, corredores verdes, limpieza, tecnología.
4. Gobernanza compartida. Alcaldes, puertos y gobierno central deberían decidir juntos en qué se usa el dinero. Así se legitima el cobro y se mejora la calidad de vida local.
Conclusión
Cobrar no es malo. Pero hacerlo mal sí lo es. Si queremos puertos más sostenibles y ciudades que se beneficien de su rol logístico, hay que pensar fuera de la caja. Este proyecto, tal como está, castiga al que produce, al que exporta y al que vive del mar sin resolver los verdaderos problemas urbanos.
Chile necesita un modelo moderno, justo y estratégico. Uno que no espante la carga, sino que la ordene y la ponga al servicio del desarrollo territorial. Eso no se logra con un impuesto plano. Se logra con visión y diseño.
No se trata de cobrar más. Se trata de cobrar mejor.
Valparaíso, 14 de septiembre del 2025